jueves, 4 de octubre de 2012

Me gustan los hombres.


“Me gustan los hombres, me visto como hombre y actúo como hombre. Si quiero a alguien afeminado, mejor me busco una mujer”, son el estilo de las frases e imágenes que se publican, y cada vez con mayor frecuencia, hoy día por redes sociales, sitios web o aplicaciones de ligue para hombres homosexuales, y desde luego, se escuchan en lugares de encuentro. Con presunción y orgullo muchos Gays aluden a su hombría en aras de buscar una reivindicación innecesaria ante la sociedad estereotipada y estereotipadora en la que vivimos.

Definirse en un nicho de gustos y preferencias, con base en el cual se pretende encontrar un compañero de cama por una noche o de vida es completamente válido. El gran problema viene cuando en pretención de adoptar un modelo heteronormativo inculcado y arraigado, nuestras atracciones hacia personas con determinadas características físicas, conductuales, emocionales, personales, etc., nos conducen a una discriminación que, sí de antemano ya es lamentable, lo agrava el hecho de presentarse dentro de lo que muy ligeramente hemos llamado nuestra “comunidad Gay”, la homofobia intra-comunitaria, la discriminación, el señalamiento y el estigma de un homosexual a otro homosexual.

Cuando el medallista olímpico Iván García Navarro publicó a través de su cuenta de Twitter las líneas “no soy gay, soy 100% hombre” no tardó en desencadenarse la justa reacción para la reflexión y moderación de sus expresiones en torno a la Diversidad Sexual, lo que terminó en la disculpa del Clavadista. De cierta forma, estamos acostumbrados por décadas a dar la lucha por el respeto y la tolerancia a la Diversidad hacia afuera, hacia el resto de la sociedad; y quizá poco nos hemos detenido a observar y reflexionar si tenemos una especie de “autoridad moral” que le llaman, para exigir con la fuerza y convicciones mostradas por muchos activistas a través de los años, como recita el dicho, “candil de la calle, oscuridad en casa”.

Es sabido que el pabellón de la cárcel de Lecumberri asignado a la reclusión de presos homosexuales era denotado por la letra “J”, o que en las celebraciones a San Francisco de Asís los monjes vestían de mujer y desfilaban en actitud de afectados mentales, siendo llamados “las locas”. “Jota”, “loca”, etc., son palabras a las que no hay que temer, finalmente forman parte de nuestra cultura Queer y del lenguaje. A lo que sí hay que temer es a cuando estos términos se utilizan para etiquetar y que ello culmina en la actitud despectiva de quien los emplea hacia quien se ve obligado a portarlos.

¿A qué tenemos miedo los Gays? Claramente una actitud de defensa hacia el estereotipo “todos los Gays son afeminados y quieren ser mujeres”. En pleno S. XXI hay lugares en el mundo donde todavía la mujer es objeto de muchas y graves violaciones a sus derechos. Inaceptable es la repugnancia al etiquetamiento que me asemeje a algo que de antemano ya es discriminado. Es decir, “soy un hombre al que le atraen sexualmente otros hombres, pero mejor seguir pareciendo hombre a verme como mujer” ¡eso es machismo!, es asumir que la condición de mujer es inferior a la del varón y entonces “mejor estar más cerca del lado hombre, que del lado mujer”. Por cierto, cuando una mujer es violada, nunca falta el o la que pronuncia “ella se lo buscó por provocativa”, así, tampoco falta quien exclame “él se lo buscó por obvia” cuando se comete un crimen de odio por homofobia.

Todavía peor es que la concepción de “ser hombre” o “ser mujer” es incluso igual de absurda entre los mismos heterosexuales ¿con base en qué decimos quién “es hombre” y quién “es mujer” socialmente? El que provee de protección y recursos “es el hombre”, la que provee cuidado y atención “es la mujer” ¡absurdo basar una homofobia intra-comunitaria en algo que ni la humanidad entera tiene claro! Pero ya que así ocurre, entonces, si un individuo ha nacido  genotípica y fenotípicamente con una definición masculina., el que su estilo de vida no vaya “acorde” a su condición biológica ¿lo convierte en mala persona? ¿por qué lo tendría que devaluar?

No deseo que vuelvan los tiempos de las redadas policiacas, del mito que el VIH sólo le da a los homosexuales, pero era en aquellos tiempos donde tales circunstancias produjeron una eficiente cohesión de grupo; parece que el ir ganando derechos crea divisiones internas.

Dicen que a los homofóbicos no hay que discriminarlos, hay que informarlos. Los invito a compartir ésta y sus personales reflexiones, y sobre todo, a pensarlo dos veces antes de compartir una imagen o expresar un comentario que propicie nuestra propia homofóbia. Vivimos en una sociedad donde los LGBTTTIs a veces nos vemos forzados a comportarnos de manera distinta a quienes somos en realidad, con tal de que “no se nos note” en nuestras casas, trabajos, escuelas; ¡mínimo seamos libres entre nosotros mismos!

Llamarnos “comunidad Gay” nos podría quedar muy grande todavía.